A continuación reproducimos un artículo publicado el Dr. Jaume Ferrer, del Servicio de Neumología Vall d’Hebron y la Dra. Cristina Martínez, del Servicio de Neumología del Instituto Nacional de Silicosis Hospital Central de Asturias.
Amianto (del griego “incorruptible”) y asbesto (del griego “inextinguible”) son términos utilizados indistintamente para designar un grupo de 6 minerales fibrosos presentes en la naturaleza y conocidos desde la antigüedad por su resistencia al calor, la abrasión y el ataque químico, además de por su baja conductividad eléctrica y sus propiedades aislantes. Todo ello, junto a su bajo coste, propició el uso industrial extensivo de este “mineral mágico” entre los años cuarenta y noventa del siglo pasado, con un máximo entre 1960 y 1984. En España se importaron 2,4 toneladas de amianto a lo largo del siglo XX, destinadas a la industria del fibrocemento (77%), aislamientos (4%), empaquetaduras y cartones (5%), y otros usos como elementos de fricción, recambios y filtros1. Desde el punto de vista mineralógico, se distinguen 2 tipos de fibras, que difieren en su estructura química, biopersistencia y características físicas: los anfíboles (crocidolita, amosita, tremolita, actinolita y antofilita) y las serpentinas (crisotilo)2. El 90% del asbesto importado en España ha sido el crisotilo, de fibras cortas y curvadas, y de eliminación más fácil que los anfíboles.
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